El automovilismo deportivo vive

Hoy, en horas de la mañana, los miles de aficionados del automovilismo deportivo de Costa Rica, saldrán de la incógnita y duda sobre el futuro del autódromo La Guácima.

En realidad, es que desde hace un año que don Carlos Rodríguez vendió ese excelente centro deportivo al Grupo La Nación, solo se decían dimes y diretes acerca de qué iba a suceder con las grandes y alegres 40 hectáreas de La Guácima, que desde el día de su inauguración, el domingo 14 de Julio de 1974, se convirtió en un autódromo que atrajo a miles de fiebres de la velocidad.

Es tanto lo que se vivió agradablemente en ese centro motorizado, que no olvidamos una por una, las carreras de automoviles, tanto nacionales como internacionales, que hicieron que el autódromo lograra un gran prestigio en Latinoamérica que nunca esperabamos.

Sin embargo, todo ese gran avance técnico y de excelentes pilotos en los diferentes deportes que nacieron y participaron allí, además del automovilismo   -kartismo, super-bike (motos de alta cilindrada), motos de velocidad en circuito, motocross, autocross, cuarto de milla, categorías de aficionados de autos, polvocross, drafsting, piques nocturnos, incluso hasta ciclismo en sus primeros años, eso entre otros- debemos decir que no nació estrictamente en La Guácima.

Este autódromo fue el resultado del esfuerzo del automovilismo, acelerado por un grupo de fiebres , entre ellos, unos que importaron este deporte de Europa –aunque no parezca- que fueron muy bien recibidos por un grupo pequeño de “fiebres” ticos, que desde los inicios de la década de los años 50 pasados, ya tenían la gasolina en las venas.

Cabe citar que en nuestro país, lo que primero se corrió fueron subidas de montaña con diferentes autos de alta calidad, de motores muy fuertes y marcas de alta alcurnia. Eran organizados por grupos de medios suficientes. Es una bonita historia que por ahora es largo de escribir.

El rallismo fue otro tipo de deporte que arrancó en los años cincuenta. En un principio actuaban por deporte y sin ninguna entidad .

Aqui podemos decir que en el año 1955 se fundó el Automovil Touring Club (hoy Automovil Club de Costa Rica, representante de la FIA en nuestro país) y fue el arranque del automovilismo en forma no deportiva.

Fue la primera organización de este tipo inscrita legalmente, en el Ministerio de Gobernación, -hoy desaparecido- entidad que se encargaba de este tipo actividad.

No obstante, las ideas de formar este grupo, no era estrictamente pensando en deporte, pues sus estatutos basicante estaban orientados a otras actividades, como lo dice el artículo tercero de sus normas: “El objeto del Club es servir al automovilismo y al turismo en general y fomentar el mejoramiento de los caminos y carreteras de Costa Rica”. Esta nota fue tomada textualmente de dichos estatos, los cuales tenemos en mano desde entonces.

Aquí aparece el primer nombre de una persona que vino de Francia, con grandes ideas automotrices para desarrollar en nuestro país. Fue don Andre Jean Challe Penaforme, quien también traía la representación de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) y fungió como el primer presidente del ACCR.

Entrando al tema deportivo, Andre sí tenía ideas deportivas y por eso se fue acercando el grupo de las montañas y los rallis, que hacían campeonatos por medio de una comisión nombrada por el ACCR para que se hiciera cargo de la parte deportiva, aunque no era lo principal para la entidad.

Y fueron los rallistas los que dieron el primer campanazo, cuando en el año 1964, en un rally muy fuerte, una tripulación que supuestamente había ganado la competencia, perdió por un minuto. Se formó el gran pleito y cuando la comisión no les dio la razón, como suele suceder en nuestro país, decidieron separarse del ACCR y eso se llevó también al resto de los competidores.

Y el 15 de setiembre de ese año, se formó la Asociación Costarricense de Automovilismo, más conocida como ACEA. Históricamente, sin pretenderlo, se puede considerar que en esa fecha, el grupo que fundó dicha entidad, hizo nacer el autódromo La Guácima. El ACCR prácticamente desapareció entonces, dejando a ACEA como director de los deportes de motor.

Jorge E. León, David Golberg, Fernando Alvarado –de grato recuerdo- Leslie Heilbron, Arnoldo Quirós, Victor Espeletta, Rodrigo Chaves, Alfredo Rohrmoser, Guillermo Chaves y Fernando Chaves, formaron la junta directiva inicial, dejando claro que varios de estos integrantes, fueron los padres del autódromo años más adelante sin siquiera pensarlo.

No se le puede quitar a ACEA que trabajó con mucho empeño y ganas de levantar los deportes que tomó en sus manos. El rallismo, la velocidad y otras actividades tomaron fuerza.

Aparecieron muchos pilotos nuevos así como técnicos. Se formaron estatutos y reglamentos de competencia y se buscaron patrocinadores para sostener las pruebas. Asimismo, la prensa se interesó en estas actividades y eso trajo al público a interesarse.

Pero a pesar de esta fuerte actitud de ACEA, faltaba lo más importante: un lugar dónde efectuar las carreras, en especial la velocidad, pues se hacían en lugares como Grecia en lugares sin problemas -velocidad- las subidas de montaña que era un poco más fácil y los rallis, que no tenían problemas, porque era por cronómetro y para eso se ocupaban carreteras y caminos, pues no eran de velocidad.

Pero la velocidad en circuito empezó ser la prueba más gustada, tanto para pilotos como público. Esto obligó a buscar un lugar más o menos aceptable. También había que obtener los permisos del Tránsito, Policía y la más importante, la Dirección General de Educación Física y Deportes (DEFID).

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Con mucha inteligencia y diplomacia, la directiva de ACEA logró los permisos en el único lugar posible: el óvalo alrededor del antiguo Estadio Nacional.

La “pista” no era la mejor, tal vez de unos 800 metros de longitud. Tenía clásicamente sus huecos, no había nada que evitara el peligro para el publico. Las curvas eran difíciles pero enseñaron a los pilotos a jugársela bien.

En términos generales, el Estadio Nacional fue la gran cuna de la velocidad en circuito costarricense.

Las agencias de autos se preocuparon por tener mejores pilotos y autos. Se despertó una nueva camada de técnicos que empezaron a conocer la mecánica de velocidad. ACEA fue conociendo todas las normas y reglamentos de carreras, de donde jueces y banderilleros aprendieron a maniobrar las carreras y sus problemas.

Y desde luego, llegaron patrocinadores que ayudaron mucho al avance velocista. Incluso, ya los pilotos ticos empezaron a correr fuera del país, en especial Centroamérica. Este aprendizaje fue muy bueno, pues así salieron muy buenos pilotos y técnicos.

Pero con el fuerte avance de pocos años, apareció el gran problema: las curvas ya eran muy peligrosas para el publico, porque los autos corrían cada vez más rápido. Y era fácil salirse de la “pista”, con la gente [pegada a las cunetas y cada vez llegaba más, porque las carreras se hacían después de la una de la tarde, cuando terminaban los partidos de futbol en el Estadio.

Las autoridades ya estaban inquietas, porque en caso de un accidente, por conceder permisos se les podía culpar judicialmente.

Sin proponérselo, los directores de ACEA, se convirtieron en los padres de La Guácima, porque muy pronto no se correría más en el Estadio Nacional.

Fue así como la junta directiva de ACEA inició el trabajo fuerte de buscar la forma de conseguir un lugar amplio para construir un autódromo. Desde luego que el principal punto era obtener el dinero.

El año 1972, el 6 de febrero se fundó la sociedad anónima llamada ACESA, (Autódromo Costarricense .S.A.) cuya junta directiva fueron Jorge Jiménez presidente, Jacinto Xirinachs vicepresidente, Allan Hupper secretario (Q. de D. goce) Arnoldo Quirós tesorero y Jorge León fiscal.

El trabajo fue arduo para obtener el dinero y narrar eso, es toda una historia. El esfuerzo fue grande y con el apoyo de un banco, que financiaba a quienes quisiera comprar acciones, con pagaré firmado para pagar el costo a pagos, enviando así el banco dicho dinero a ACESA.

También hubo apoyo varias personas y entidades automovilísticas, que compraron buenas cantidades de acciones, pues les interesaba que el autódromo fuera una realidad para seguir compitiendo. No fue fácil vender todas la acciones y llevó tiempo recaudar el dinero.

Buscar un terreno para una pista de carreras no era sencillo y después de ver varios, se logró comprar uno al sur Alajuela de 40 manzanas con un costo de ¢ 400.000.00. El dueño era el señor Francisco González a quien se le dió como opción de compra ¢ 50.000 y el resto a un plazo de seis meses, cantidad que costó mucho obtener. En realidad, cada situación de pago era una verdadera dificultad.

En un principio se le llamó autódromo Ciruelas, pero los vecinos del lugar reclamaron que ese terreno estaba ubicado en el distrito La Guácima y no en el de Ciruelas. Ya saben por qué se llama así.

Después de un arduo trabajo para recaudar la cantidad económica para comprar dicho terreno, en marzo de 1973 se iniciaron los trabajos que resultaron muy difíciles.

El ingeniero Jorge Arturo Valverde, uno de los buenos pilotos de entonces y el ingeniero Carlos Barrientos, fueron los diseñadores del autódromo en total.

Para quienes vivíamos prácticamente en el autódromo durante su construcción, vivimos las dificultades para terminarlo.

Entre otras situaciones, el famoso barro negro de olla, causó mucho costo, pues hubo que sacarlo del suelo casi hasta dos metros, para evitar que la pista se hundiera rapidamente y muchos otros problemas. Curiosamente, este barro, apenas terminado el autódromo, fue descubierto en la parte norte por los personeros de las agencias de vehículos 4×4 y empezaron a ir a probar sus potentes máquinas, situación que terminó en una lucha fuerte para demostrar cúal marca era mejor y así nació el autocross, un deporte que por años llenó La Guácima de aficionados al rudo deporte.

El 14 de julio de 1974, se inauguró el autodromo La Guácima, que aunque no estaba del todo terminado, con la segunda carrera del campeonato centroamericano.

Asistieron El Salvador, Costa Rica y Panamá en varias categorías, ganando el salvadoreño Eduardo “Guayo” Meléndez en la categoría mayor absoluta en un auto BMW Alpina 2002.

El autódromo siguió funcionando solo con la pista, pues todos los proyectos previstos como ampliarla no se pudo. También se esperaba construir un centro de recreación, restaurante y mucho más, pero no fue posible por la situación económica del país.

Sin embargo, hay una situación que hizo grande al autódromo La Guácima como fue la organización todos los años de Las Tres Horas de Costa Rica. Eso trajo autos y pilotos extranjeros que ayudó mucho a internacionalizar nuestro deporte, y enseñaron mucho, lo cual fue bien aprendido, que al paso de los años se convirtieron en pilotos de primera calidad.

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Las Tres Horas de Costa Ricale dieron a Costa Rica mucho reconocimiento y era una carrera que llenaba de publico La Guácima. Aun se recuerda con gran beneplácito, la primera carrera -1975- que la ganaron los ticos Carlos “Kikos” Fonseca y Roy Valverde.

Así siguió el autódromo, sin mucho avance hasta el año 1987, cuando Javier Quirós lo tomó en sus manos. Por un año completo no hubo actividad, pero estaba en una total reconstrucción y fue grande, con una gasto de unos 120 millones.

Cambió totalmente. Primero que nada, la pista se amplió de 8 a 12 metros de ancho y se aumentó la longitud y de 2300 metros, pasó a 3200, agregándole la gran curva llamada entonces la del lago.

Palcos, “pits” amplios, vallas alrededor de todo el autódromo para evitar accidentes y que el publico entrara a la pista. Sectores enzacatados elegantemente y muchas más comodidades le dieron a los asistentes que aumentaron en cada carrera en gran cantidad.

En el aspecto deportivo, se aumentó la participación internacional con carreras como los 250 kilómetros de Kodak, se mejoró Las Tres Horas de Costa Rica, nuevas categorías nacionales como la Mecánica Nacional -30 a 40 autos participando- que hizo que los aficionados asistieran en altas cantidades de 15 a 20 mil personas.

Otra de las grandes carreras fue la GT de la Américas, organizado por el autódromo La Guácima, que lamentablemente desaparecieron. Fue una etapa magnífica.

histo1Pero todo tiene su final, y por el año 1995, Quirós había invertido mucho dinero y eso trajo pérdidas, que lo obligaron a tomar una decision: vender La Guácima. Fue uno de los grandes golpes para la gran fanaticada, pilotos, técnicos, prensa y todo aquello que tenía que ver con el automovilismo deportivo.

Finalmente, La Guácima se vendió a una persona que iba convertir las 40 hectareas en una ciudadela. Es decir, desaparecían todos los deportes que se practicaban en la gran pista, una de las más reconocidas como excelente en Latinoamérica, en un momento en que todos estaban en el punto más alto de su desarrollo. Prácticamente se destrozaron los deportes de motor en Costa Rica.

Peor no pudo ser: sin esperanzas de volver a ver La Guácima al notar   como el nuevo dueño se llevó todo lo que tenía el autódromo: palcos, vallas, puentes y todo aquello que le sirviera no se sabe para qué. Solo quedó la pista, faltando nada más que la arrancara para hacer una calle en algún lado desconocido. Fin total, lágrimas para todos los seguidores de los deportes de motor.

Pero algo extraño sucedió. El comprador de La Guácima se vio envuelto en problemas muy serios, que lo obligaron a irse del país tan pronto como pudiera. Todas sus ideas y proyectos cayeron despedazados tal como quedó La Guácima.

Pero aun hay más: con la idea de hacer la ciudadela, dicha persona había obtenido unos altos préstamos a entidades cooperativas y a un banco internacional, los cuales quedaron afectados en una forma muy difícil.

Esto causó muchos problemas judiciales, que como suele suceder: duran mucho tiempo para definirse. Mientras, La Guácima estaba abandonada.

Citar todo lo que sucedió en los juzgados alrededor de siete años, es difícil narrarlo. Lo único bueno de todo este embroyo y que se puede decir con alegría, es que el piloto Carlos Rodríguez, persona amante del automovilismo, al final de la jornada, decidó interceder para evitar que el autódromo se perdiera.

Después de muchas conversaciones con las entidades involucradas, logró salvar las 40 hectareas y se propuso reconstruirlas para que volviera el automovilismo deportivo y todos los demás que competían en la formidable pista. Y así lo hizo. No quedaba más que decirle: muchas gracias Carlos, Salvador del automovilismo.

Esta vez, Rodríguez dejó más bonito y excelente el centro motorizado de Costa Rica: La Guácima volvió ser una de las mejores pistas de Latinoamérica.

Y todo volvió a la tranquilidad y parecía que La Guácima no se vendería nunca más. !Que equivocados estabamos!

El año pasado nos anunciaron que Rodríguez vendía el autódromo y parecía el mismo problema de Quirós: pérdidas económicas porque las carreras no le daban réditos. Increible una vez más, porque no se sabía qué rumbo tomarían las 40 hectareas como en el año 1995.

Lástima que una persona que sacrificó mucho dinero para salvar los deportes de motor, no haya tenido quien hiciera caminar bien en especial, un deporte como el automovilismo. Así lo vemos porque siempre, como; medio de comunicación, vimos las malas situaciones que practicamente destrozaron el automovilismo deportivo. Ese es el punto medular, porque la gente dejo de ir.

Pero ya todo eso pasó y parecía que no tenía arreglo el asunto de don Carlos Rodríguez, a quien a pesar de todo, siempre los deportes de motor le agradecerán su gran sacrificio para salvarlos, lamentando que no haya tenido mejor suerte en escoger a alguien más justo.

Hoy empieza una nueva era para el automovilismo deportivo. No la conocemos del todo, pero nos han dado grandes esperanzas. Creemos en quienes nos han hablado con sinceridad y que le ayuden a los deportes de motor llegar ser grandes en Latinoamérica, porque calidad alta si hay en Costa Rica. Deben aprovecharla.

 

Armando Calderón Chacón
Armando Calderón Chacónhttps://www.mundomotorizado.com
Periodista y editor en jefe de www.mundomotorizado.com con más de 50 años de experiencia en la cobertura de los Deportes de Motor, miembro por Costa Rica de la Federación Interamericana de Periodista del Automóvil, trabajó en La Nación, Excelsior, La Prensa Libre, y además en la revista Triunfo entre otros. Ha dado cobertura a cientos de eventos a nivel mundial donde ha visitado más de 30 países, pionero en la información de los motores en Costa Rica.
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