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¡Adiós, Guácima…y tu deporte!

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Al inicio de la década de los años 60 del siglo pasado, el automovilismo deportivo estaba en pañales en Costa Rica, pero existía una pasión fuerte por la adrenalina que esta actividad genera. Lo que faltaba era una organización más definida, y aunque había una entidad debidamente formada, el deporte no era la base principal de su existencia: el Automóvil Touring Club de Costa Rica (ACCR).

Su trabajo, debidamente definido en sus estatutos, decía claramente en su artículo tercero: “el objeto del Club es servir al automovilismo y al turismo en general y fomentar el mejoramiento de los caminos y carreteras de Costa Rica”.

En cuanto al deporte, en ningún otro párrafo habla de fomentarlo.  Y esto no es cuento, porque  tenemos un ejemplo del libro de estatutos del ACCR de aquel momento, cuya aprobación legal fue firmada nada menos que por don José Figueres, que era el Presidente de la República.

Pero en Costa Rica, había un buen grupo de practicantes de la velocidad, que organizaban  carreras de subidas de montaña y después rallismo cronometrado. Ante estas prácticas, casi por presión, el Automovil Touring formó  una comisión para que se encargara de dichas pruebas.

Es claro que no habían reglamentos, sino simplemente unas normas de competencia. El grupo de pilotos no tenían un nombre calificado, sino que eran entusiastas  pero muy fuertes en su deporte.

La verdad es que conforme pasaba el tiempo, los pilotos querían mucho más y sobre todo organización, pero no sucedía nada que los llevara hasta ese punto. Por otra parte, poco a poco, el Automovil Club iba  perdiendo el interés   en estos  “jovencillos” que querían solo correr.

Y llegó ese día. El ACCR, cuando se hacían rallys –no como los de la actualidad- nombraba una comisión de competencia, que se encargaba de los cronometrajes y demás normas rallísticas.

El asunto fue que por un dedazo, un cronometrista le quitó un minuto a una de las duplas que competía: don Fernando Alvarado y Guillermo Chaves, que reclamaron el tal minuto, porque les quitó el primer lugar de la fecha.

Como pueden pensar y sucede actualmente, hubo problemas y reclamos de todo mundo y cuando pasaron el asunto a la directiva de ACCR, éstos rechazaron la apelación y causó una rebeldía total del grupo y decidieron buscar casa aparte.

siguenos_instragramEste dedazo, es el hito que hizo que el automovilismo costarricense diera un giro de 360 grados, para convertirse en un deporte debidamente organizado y reconocido legalmente, e iniciara en el año 1964, una época de gran avance, que logró popularizar los deportes  automovilísticos hasta el punto de llegar a tener un autódromo de alta categoría como el autódromo La Guácima, considerado hasta ahora, como uno de los mejores de Latinoamérica.

El gran grupo automovilístico que se rebeló, fundó el 14 de setiembre de 1964, la Asociación Costarricense de Automovilismo (ACEA). Sus  primeros directores se dedicaron a trabajar con ahínco para popularizar el automovilismo deportivo sin recibir ningún dinero, sino que todo lo hicieron por amor al deporte.

No se debe olvidar que  los “rebeldes” Fernando Alvarado y Guillermo Chavez, fueron parte de la primera junta directiva.

Para 1967, lograron los permisos para correr alrededor del antiguo Estadio Nacional, que fue la gran cuna de los muchos y buenos pilotos así como técnicos que le dieron prestigio a Costa Rica.

El avance deportivo fue fructífero. El trabajo positivo de ACEA hizo que los equipos llegaran a puntos de tecnología muy altos y trajo como consecuencia, que el óvalo del Estadio Nacional fuera insuficiente para la  velocidad y potencia lograda.

Y desde luego, las autoridades estatales  definieron que ya no era posible correr más por el inminente peligro para los muchos espectadores que llegaban a disfrutar del automovilismo deportivo.

No sucedieron accidentes  casi milagrosamente. Por eso nació la gran idea en ACEA, de construir un autódromo. Y eso parecía imposible.

El esfuerzo fue grande con el apoyo total de parte de los seguidores de este deporte y empresas interesadas en mantenerlo. Sin embargo, se necesitaron conseguir algunos préstamos para comprar el terreno escogido, allá, en La Guácima de Alajuela con un costo de 800 mil colones.  Luego hubo que buscar el dinero para hacer la pista y diríamos, que a empujones se logró para no entrar en muchos  detalles. Pero en lugar de que ACEA fuera la dueña del autódromo, decidieron hacer una empresa privada.

Así, al gran potrero que era La Guácima,  entraron los tractores para empezar a definir la pista, diseñada por uno de los magníficos pilotos del momento: el ingeniero Jorge Arturo Valverde, hermano de Roy Valverde y tío de Emilio y Roy hijo. Como corredor, excelente –campeón centroamericano en 1975-  y como padre del autódromo, todavía mejor y pasó a la historia del automovilismo deportivo.

Trabajo, esfuerzo y gran amor por el deporte, fueron los ingredientes que hicieron que el autódromo La Guácima el 14 de julio de 1974 recibiera aquí  a toda  Centroamérica y pilotos de Estados Unidos, México y Colombia para inaugurarlo.

Si bien aun le faltaba mucho para terminarlo, nos dimos el gusto de hacer una pista para que el automovilismo, el kartismo, el motocross, el cuarto de milla,  la velocidad de motociclismo y todo lo que fuera velocidad, se desarrollaran, tal  como sucedió.

No podemos olvidar que los deseos de superación llevaron a pilotos y técnicos a construir   los primeros autos tipo fórmula que hubo en Costa Rica.

El autódromo La Guácima fue  la gran puerta a nuevos deportes como el autocross, el velo-cross que nacieron en ese centro deportivo también.

Fue el ejemplo para el resto de países del Istmo, como por ejemplo El Salvador, que en el año 1979 abrió las puertas su gran autódromo El Jabalí y que aun esta ahí, promoviendo  deportes de motor. Y también el autódromo Pedro Cofiño de Guatemala, que también tiene un formidable deporte automovilístico.

Para el automovilismo costarricense el desarrollo fue total.  Vivimos una época en que cada día aparecieron más pilotos de calidad, más técnicos especializados, más autos de competencia y más participantes de otros países, que les gustaba mucho venir a nuestra
Costa Rica a competir, otros a enseñar y porque no, otros a ganarnos. Pero esa era la idea: internacionalizar nuestro autódromo y darle  renombre a La Guácima y a Costa Rica.

En 1975 se instauraron  las famosas Tres Horas de Costa Rica, que se hizo legendaria en toda Latinoamérica y que trajo al autódromo cualquier cantidad de pilotos de Estados Unidos, República Dominicana, Puerto Rico, Suramérica y muchos más.

Y lejos de disminuirlo, como se propone ahora, en el año 1988 se reconstruyó en forma tal, que aumentó 1000 metros más con la famosa curva del lago. Se amplio su ancho de 8 a 12 metros, se construyeron galerías para el público, palcos, nuevos “pits” y muchas ampliaciones más que convirtieron a La Guácima en uno de los mejores autódromos de Latinoamérica.

Y esa fue la más grande etapa de nuestro centro automovilístico. Los 250 Kilómetros Kodak, las nutridas Tres Horas de Costa Rica, en las que vimos participar grandes y poderosos autos con pilotos profesionales al volante, luchando con los costarricenses tú a tú, con 15 y hasta 20 mil asistentes que casi no cabían en las 40 hectáreas de este gran centro deportivo.

Y no podemos dejar por fuera el GT de Las Américas, que aunque fue internacional, fue preparada por nuestro país y que se corrieron varias pruebas aquí.  La organización de entonces tenía capacidad para traer categorías como las carreras de Fórmula, traídas de México, que también  atrajeron miles de aficionados.

Es tanto lo que sucedió deportivamente en La Guácima y agradó al público, que venía por miles, que es difícil contarlo aquí

Podríamos sacar de nuestros archivos de miles de reportajes de prensa, videos, fotos y nuestras propias vivencias periodísticas de más de 40 años, de muchos magníficos momentos del autódromo La Guácima y antes de él, pero habría que escribir un  largo libro, porque detallar todo lo que al autódromo le ha sucedido bueno y malo – que ha repercutido en los deportes de motor- y decir tantos aciertos y desaciertos de quienes han manipulado La Guácima no sería fácil.

Pero lo que más que nada guardamos, es lo que  hemos disfrutado al ver estos deportes avanzar, ganar prestigio internacional, ver pilotos y técnicos luchando por ganar una carrera o reparar un motor.

Vivir la adrenalina de la velocidad, muchas veces sentir un volante deportivo en nuestras manos, pasar horas con los técnicos preparando un motor, acompañar a nuestros pilotos al extranjeros a una carrera de gran importancia y escribir cientos y cientos de noticias hablando de ellos, disfrutando una magnífica foto o un video lograda en milésimas de segundo y  verla publicada.

En aquellos tiempos de ACEA y sobre todo cuando se inicio el trabajo de hacer el autódromo, luego ver las grandes ventajas para el deporte haberlo construido, lo hemos disfrutado al máximo.

Por eso, cuando por segunda vez vemos que el automovilismo deportivo empieza a  perder la adrenalina y que quizás se esfume para siempre, solo nos queda recordar los grandes momentos de este deporte  que fueron excelentes –que no volverán- y nos sentimos mal.

Recordamos cuando apenas la idea germinaba, allá por los inicios de los años 70, preguntamos por qué hacer una empresa privada en lugar de que ACEA fuera la dueña del autódromo, pues era la que estaba trabajando y  haciendo el gran esfuerzo, nunca hubo respuesta.

No somos adivinos para  decir qué habría pasado si ACEA hubiera sido la dueña, pero siempre hemos creído, que como los equipos de futbol, la mayoría son propietarios de sus  estadios. Quizás, ACEA debió tener un buen porcentajes de las acciones, especialmente porque la directiva del autódromo, era la misma de ACEA.

Así pudo ser en aquellos tiempos, -hace 42 años- que todo era más fácil.

Hoy, viendo lo que los nuevos dueños se proponen, La Guácima será más pequeña y así lo que este deporte podrá ser. Los años de grandes carreras y espectáculos se fueron.  El automovilismo ya no será el dueño y no tendrá  el espacio que se merece, cuando menos.

¡Adiós, Guácima… y tu deporte!

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