Comentario tomado de la:
http://www.nacion.com/2011-02-11/Opinio ... 79826.aspx
EDITORIAL
Competencia en venta de combustibles
La Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) estudia un plan para introducir competencia en la distribución de combustibles. Partiendo de los costos de la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope), los reguladores fijarían un precio máximo y las gasolineras quedarían en libertad de hacer ofertas por debajo de ese límite, con la sola prohibición de no incurrir en prácticas desleales (dumping), mediante la fijación de precios ruinosos, establecidos para dañar al competidor.
Entre el precio máximo y la competencia desleal, habría una banda de precios por elegir por los distribuidores, presumiblemente en beneficio del consumidor, hoy obligado a pagar el monto uniforme fijado por Aresep a las gasolineras. El plan está en estudio y podría necesitar ajustes, pero la idea general es valiosa y es un acierto de la Aresep someterla a discusión, aunque ayer su junta directiva decidió postergar el debate indefinidamente.
La competencia favorece a los consumidores en calidad y precio. Su ausencia los convierte en cautivos del mal servicio y las ineficiencias empresariales, cuyo costo se les traslada por vía del precio único. El beneficio del mayor número debe ser el norte de las deliberaciones de la Aresep en esta materia. Incluso, la regulación contra el dumping solo puede ser entendida como un mecanismo de protección al consumidor, no a la industria o a una parte de ella. El objetivo fundamental de esas medidas es garantizar la supervivencia de la competencia y la multiplicidad de opciones para el usuario.
El plan dispone, además de la prohibición de precios ruinosos, la incorporación de los costos de transporte al precio máximo y la no discriminación en la venta a determinados clientes de las gasolineras. Además, no prevé descuentos por volumen en las ventas de Recope, cuyos precios se fijan al costo. En lo referido al precio, la ventaja competitiva fundamental estará en el volumen de ventas al público y la eficiencia de la operación.
El planteamiento enfrenta la inmediata oposición de un sector de la industria. Los argumentos esgrimidos, por lo pronto, no son convincentes. Se alega, en primer término, la creación de condiciones de desigualdad entre las zonas alejadas y el centro del país. El acarreo del combustible implica costos, en virtud de los cuales las gasolineras de determinadas regiones se apegarían al precio máximo y sus clientes no gozarían de descuentos.
El modelo reconoce, como lo hace el actual, que el costo del transporte afecta el precio de los combustibles en determinadas zonas, pero eso no excluye probables beneficios de la competencia regional, donde todos los participantes estén en similares condiciones. No es aventurado pensar que en algunas zonas el precio se apegará al máximo, no por el costo de transporte, sino por la falta de competencia, y ese, más bien, es un argumento a favor del nuevo plan.
En el fondo, el argumento es una verdad de Perogrullo: los costos afectan el precio. Precisamente de eso se trata. La distorsión de ese sano principio, como sucede con los subsidios, ha costado al país, y eventualmente al consumidor, fabulosas sumas de dinero. Los costos también se reflejan, con ventaja para las zonas alejadas, en otros precios, incluidos los de la alimentación y la vivienda, pero a nadie se le ocurre intentar uniformarlos.
Los opositores de la iniciativa también argumentan el peligro implícito para los pequeños distribuidores y los ubicados en zonas de baja demanda, incapaces de competir por volumen de ventas. El riesgo existe, pero a su sombra no se puede negar a millones de consumidores acceso a mejores precios. Por el contrario, el argumento parte de que la mejoría en los precios es posible, por volumen y eficiencia, pero propone impedirla para disminuir el riesgo de un grupo de gasolineras.
Aresep, como ya quedó apuntado, hace bien en poner el tema sobre el tapete y en su discusión debe tomar en cuenta, en primer término, los beneficios para el consumidor de un producto indispensable, cuyo empleo repercute en una amplísima gama de costos de la vida cotidiana y la producción.